Cómo la industria azucarera manipuló la ciencia

Durante muchas décadas, la grasa fue considerada la culpable de las enfermedades cardíacas, mientras que el azúcar se mantuvo al margen sin recibir demasiada atención negativa. Los alimentos bajos en grasas se hicieron populares en la dieta estadounidense y llevaron a una expansión de los productos bajos en grasas y altos en azúcar, lo que, según algunos expertos , impulsó la crisis de la obesidad. Entonces, ¿cómo logró el azúcar mantenerse a raya? En dos palabras: investigación financiada por la industria.

Hallazgos de Sweet Fundings

Recientemente, el New York Times publicó un artículo sobre cómo la industria azucarera echó la culpa a las grasas . Informaron sobre el trabajo de la Dra. Cristin E. Kearns de la Universidad de California en San Francisco (UCSF), que investigó los registros anteriores de la Sugar Research Foundation, también conocida como la Sugar Association. ¿Qué dulces hallazgos encontraron?

En 1965, la Asociación del Azúcar financió un proyecto de investigación pagando a científicos de Harvard el equivalente a 50.000 dólares actuales para que publicaran una revisión bibliográfica sobre la enfermedad coronaria en el New England Journal of Medicine. Su revisión concluyó que la grasa y el colesterol eran culpables de la enfermedad cardíaca en la dieta, mientras que se restó importancia al papel del azúcar. Ya sea intencional o no, esta acción contribuyó a avivar el miedo a la grasa en Estados Unidos.

Cómo se hizo popular la palabra “bajo en grasas”

El presidente de la Asociación Azucarera, Henry Haas, identificó en su discurso una oportunidad para aumentar la cuota de mercado del azúcar al lograr que los estadounidenses consumieran una dieta baja en grasas. Haas afirmó que los principales nutricionistas encontraron una relación entre una dieta alta en grasas y la formación de colesterol, que obstruía las arterias y los capilares, restringía el flujo sanguíneo y causaba hipertensión y problemas cardíacos.

En esa época, la dieta estadounidense estaba compuesta por un 40 por ciento de grasas. El plan estratégico de Haas incluía reducir el consumo de grasas al 20 por ciento y recuperar el 20 por ciento restante con carbohidratos. La industria azucarera comenzó su estrategia gastando 600.000 dólares (5,3 millones de dólares de 2016) al año durante al menos tres años para promover el azúcar en la dieta. Esto incluía educar al público sobre el hecho de que el azúcar es “lo que mantiene vivo a todo ser humano con energía para afrontar [sus] problemas diarios”.

Este pequeño fragmento de la historia del azúcar muestra cómo la industria alimentaria puede ejercer su influencia en la ciencia de la nutrición. La industria alimentaria puede cambiar la forma en que pensamos sobre la nutrición al financiar investigaciones que pueden tener algo personal que ganar. Por ejemplo, la marca de la Asociación del Azúcar se puede ver en las pautas dietéticas de la década de 1980 que recomiendan reducir la grasa como la principal estrategia para prevenir las enfermedades cardíacas.

Por qué los consumidores deberían preocuparse y estar alerta

El objetivo de este artículo no debería ser incriminar a las grasas o al azúcar, sino demostrar que la ciencia no es infalible. La estrecha relación de la Asociación del Azúcar con los investigadores nos recuerda que la investigación financiada por la industria representa un gran conflicto de intereses que puede comprometer el criterio profesional de un investigador.

No hay duda al respecto: los avances científicos requieren dinero. Si bien la mayoría de los estudios se financian con subvenciones gubernamentales (como el Instituto Nacional de Salud (NIH) y la Fundación Nacional de Ciencias), estos fondos son finitos, lo que lleva a algunos investigadores a buscar el dinero en otras partes. Claramente, este no es el único ejemplo en el que las empresas de alimentos han proporcionado fondos para publicar estudios sesgados. Por ejemplo, se acusó a Coca Cola de financiar estudios que desvían la culpa de la obesidad de las malas dietas.

En definitiva, se necesitan estándares de investigación más altos (léase: confiables, imparciales y responsables), ya sea financiada por corporaciones o no, para evitar conflictos de intereses o para garantizar una presentación imparcial de los resultados al público. Como consumidor, sea consciente y escéptico respecto de las investigaciones patrocinadas por la industria: lea las afirmaciones y los estudios antes de comprar el último producto “clínicamente probado”.

¿Crees que se debería permitir a las empresas alimentarias financiar sus propios estudios?

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