Los aditivos que quieres en tus alimentos

Ahora más que nunca, el público está interesado en lo que hay en sus alimentos. Algunos de nosotros encontramos consuelo examinando la lista de ingredientes en busca de aditivos específicos. Es perfectamente razonable preocuparse por lo que nos llevamos a la boca, pero esto también ha provocado un miedo no científico. Este miedo es lo que genera argumentos como “si no puedes pronunciarlo, entonces no debería estar en los alimentos” o “no deberías comer algo que tenga ingredientes adicionales”. Pero, ¿son estos argumentos completamente válidos?

Una historia de la fortificación de alimentos

Ciertos ingredientes añadidos a los alimentos han mejorado la salud pública durante décadas. Estados Unidos ha fortificado y enriquecido los alimentos desde principios del siglo XX, cuando los expertos en salud observaron que las deficiencias nutricionales causaban problemas importantes y decidieron que había que hacer algo. (Nota al margen: estas deficiencias nutricionales también redujeron la cantidad de posibles reclutas sanos durante la Segunda Guerra Mundial). A continuación, se presenta una breve historia:

  • Década de 1920: Se añade yodo a la sal como medida preventiva contra el bocio.
  • Década de 1930: La leche se enriquece con vitamina D para prevenir el raquitismo.
  • Década de 1940: El pan se fortifica con tiamina, niacina, riboflavina y hierro para prevenir el beriberi, la pelagra y la anemia.
  • 1988: La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos agrega ácido fólico a los productos de granos para prevenir defectos del tubo neural en los recién nacidos.

A menudo, estos “aditivos” no se reconocen fácilmente: el folato, el ácido fólico, el ácido folínico, la riboflavina, la 25-hidroxivitamina D [25(OH)D], el calcidiol y el ergocalciferol no se asocian fácilmente con sus contrapartes vitamínicas.

Las vitaminas B

La tiamina, la riboflavina y la niacina son tres vitaminas B comunes (vitaminas B1, B2 y B3, respectivamente) asociadas con el mantenimiento de un metabolismo y un sistema nervioso saludables, además de una piel hermosa y un cabello brillante. La fortificación de los alimentos con estas vitaminas B comenzó en la década de 1940, como un esfuerzo para reducir el riesgo de pelagra y beriberi. ¿Nunca has oído hablar de la pelagra y el beriberi? Bueno, considérate afortunado, ya que los síntomas de estas enfermedades ahora en gran parte erradicadas son bastante aterradores y mortales si no se tratan. Los alimentos comunes que proporcionan estas vitaminas incluyen cereales integrales y enriquecidos, frijoles, carne, productos lácteos, nueces y huevos.

El folato, el ácido fólico o el ácido folínico son seudónimos de la vitamina B9, que es esencial para el metabolismo básico (descomponer los alimentos para obtener energía) y para un sistema nervioso sano. El folato es el último micronutriente recomendado por la FDA para añadirlo a los alimentos, con el fin de reducir el riesgo de espina bífida y otros defectos del tubo neural en el cerebro y la médula espinal de los recién nacidos.

Dato curioso: “Folato” es el término correcto para referirse a la vitamina que se encuentra de forma natural en alimentos como las verduras de hoja verde y los frijoles; “ácido fólico” es la forma sintética que se encuentra en suplementos y alimentos enriquecidos y fortificados como jugos y productos a base de granos enriquecidos. El punto importante es que todos estos nombres se refieren a la misma vitamina B beneficiosa.

Vitamina D

Por último, hablemos de la 25-hidroxivitamina D [25(OH)D], el calcidiol, el ergocalciferol, la dihidroxivitamina D [1,25(OH)2D], el calcitriol y el colecalciferol. Todos ellos son vitamina D. La vitamina D es fundamental para la absorción y el uso del calcio, y se ha demostrado que es clave para la salud del sistema inmunitario, los huesos y el cerebro. Los estudios sugieren que la mayoría de los estadounidenses tienen deficiencia de vitamina D. Si bien la luz solar es una fuente de vitamina D, existen otras fuentes dietéticas, como la leche con vitamina D añadida, el pescado azul (como el salmón, las sardinas y el atún), los hongos, algunos cereales fortificados y los suplementos dietéticos.

La comida para llevar

Aunque algunos micronutrientes esenciales tienen nombres que dan miedo y pueden resultar difíciles de pronunciar, eso no significa que debamos temerles ni omitirlos de nuestra alimentación. Más bien, estos ingredientes deben ser elogiados por sus contribuciones a nuestra salud. Antes de descartar un ingrediente alimentario que no reconoce o que le parece aterrador, ¡investigue un poco para saber la diferencia!

Por Megan Meyer, PhD

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